sábado, 14 de enero de 2017

EL DERECHO A LA IDENTIDAD Y SALOMÓN


¿Qué tiene de honorable el que las Abuelas de Plaza de Mayo “recuperen” a sus nietos a cambio de que éstos se nieguen a sí mismos como personas? ¿Qué tiene de reparatorio, para el “recuperado”, el enviar a la cárcel (por apropiadores) a los padres adoptivos? ¿A semejante monstruosidad le llaman derechos humanos?

Por Mauricio Ortín

¿Quién es el sujeto del derecho a la identidad? Y ¿Qué es la identidad? En la guerra civil que sufrió la Argentina durante década del ’70 se dio la particularidad de que en las bandas subversivas revistaban como combatientes mujeres embarazadas. La orden del gobierno constitucional de aniquilar a los elementos subversivos no incluía al ser que una terrorista en cinta llevaba en su seno. Por una cuestión humanitaria y/ o de creencias religiosas, los militares no mataban embarazadas. Y no entregaban a los recién nacidos a los familiares porque, como es obvio, ello hubiera supuesto asumir la ejecución de la madre. El análisis más elemental de los hechos demuestra que la apropiación fue un efecto no querido de la guerra y nunca un plan. Y no estoy justificando los hechos sino describiéndolos. Los Montoneros y el ERP (entre ellos, la hija de Carlotto), por su parte, no tenían ningún inconveniente con sus bombas y balaceras en matar embarazadas. De allí, que nadie los podrá acusar de “apropiadores” de niños por nacer. No así en cambio (como bien explica, Nicolás Márquez) de los huérfanos de los montoneros muertos; los cuales eran negados por la banda terrorista a sus familiares directos con el “loable”fin de evitarles una “educación burguesa”.

La asociación Abuelas de Plaza de Mayo salió a rechazar el fallo favorable sobre el pedido del nieto recuperado número 95, Hilario Bacca, de conservar su apellido y nombre dado por sus padres adoptivos. "Constituye una afrenta a su memoria”, señaló Estela de Carlotto. "Él lleva la sangre de sus padres, lo demás es espurio”, agregó.

Ahora bien, de la única identidad de la que cabe hablar, es la que este hombre de cuarenta años ha construido a lo largo de su vida, que está justamente en los recuerdos que habitan en su memoria y que le dicen que él es uno y el mismo de todos esos actos. No tiene Carlotto, ni el Estado la potestad de quitar o entregar identidad ¡De qué memoria e identidad entonces habla Carlotto! ¡De la que quiere inventarle destruyéndole la única y real!

Más allá de las circunstancias que llevaron a ello, Hilario no tuvo, salvo en el momento del parto, relación alguna con sus padres biológicos. El primer vínculo afectivo real lo estableció con los adoptivos. Y si bien la identidad biológica es un punto de partida, la pertenencia a un grupo familiar y a un grupo social histórico tiene un peso definitorio en el sí mismo. El entorno y la interacción con hermanos, primos, tíos, abuelos, compañeros de escuela, de fútbol hacen más a la identidad que el frío perfil genético. De no ser así, tendríamos que admitir el disparate de que en la historia de la humanidad, empezando por el bíblico Moisés, hubo y hay millones de personas carentes de identidad.

¿Qué tiene de honorable el que las Abuelas de Plaza de Mayo “recuperen” a sus nietos a cambio de que éstos se nieguen a sí mismos como personas? ¿Qué tiene de reparatorio, para el “recuperado”, el enviar a la cárcel (por apropiadores) a los padres adoptivos? ¿A semejante monstruosidad le llaman derechos humanos? ¿Qué abuela es aquella, que ama más a un código numérico de un patrón genético que al nieto de carne y hueso que tiene delante? El sabio juez Salomón tiene la respuesta.


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