viernes, 12 de agosto de 2016

PERSECUSIÓN K



Por Alfredo Leuco

Adrián Paenza fue cómplice de la persecución hacia los periodistas independientes. Adrián Paenza miró para otro lado, se lavó las manos y no dijo una palabra pese a que el ataque brutal del estado kirchnerista incluyó a algunos colegas que eran muy amigos suyos como el doctor Nelson Castro. El que calla otorga y el calló frente al despiadado plan sistemático para destruir a Jorge Lanata. En este caso tal vez primó el resentimiento y la bronca porque Jorge lo acusó en una ocasión de haberle robado su programa en América TV. Dijo que se fue un tiempo de vacaciones y cuando volvió Paenza se había trepado al lugar de conductor en “complicidad con las autoridades del canal que lo podían manejar más fácilmente”. Son declaraciones textuales de Lanata que recuperé del archivo.

Por eso digo que Adrián Paenza fue cómplice y militante fanático del gobierno que más atentó contra la libertad de prensa. Todos los argentinos tuvimos que pagar 140 mil pesos semanales para que hiciera su programa sobre ciencia en el canal que en lugar de ser del estado era solo de Cristina y sus caprichos. Es un dinero importante. En un mes, supongamos de cuatro programas, todos poníamos de nuestro bolsillo 560 mil pesos para que Claudio Martínez pudiera realizar la producción. No se sabe con certeza cuando de esos 560 se llevaba Paenza como honorarios. Algunos empleados de canal 7 dicen que la mitad era para el conductor y el resto para la realización del programa. Otra vez: 280 mil de sueldo mensual por un programa semanal es un dinero que en la actividad privada hay que romperse el lomo para ganarlo. O ser una figura muy popular y atractiva para el rating. Eso solo lo ganan las estrellas.

Pero el tema del dinero no es lo fundamental. Paenza lo hacía por la patria porque dinero le sobra. Adrián Arnoldo Paenza que la semana pasada cumplió 67 años, es un millonario más del kirchnerismo que, igual que sus admirados Cristina y Víctor Hugo Morales, viven como reyes acaudalados pero hablan como si fueran guevaristas recién llegados de la Sierra Maestra. Adrián heredó varias decenas de millones de dólares de Ernesto, su padre que fue uno de esos empresarios que administró los negocios encubiertos que el Partido Comunista tenía para financiarse. Con relaciones privilegiadas con la Unión Soviética muchos aprovecharon esos contactos para su propio bolsillo y embolsaron montañas de dinero en nombre del socialismo de Marx y Lenin. Fue muy redituable la militancia clasista para los Paenza.

Nunca se supo porque Adrián Paenza prefiere vivir en la ciudad de Chicago, el corazón de los Estados Unidos imperialistas ni porque Víctor Hugo compró su departamento en Nueva York ni cómo es que Cristina vive en mansiones de Calafate y de Puerto Madero, sus dos lugares en el mundo. Tal vez sería una chicana pedirle a Adrián Paenza y a Víctor Hugo que hagan una prueba y vivan un tiempo en la Caracas chavista y en la Cuba castrista que tanto admiran y que luego cuenten si pudieron ejercer su trabajo con libertad.

Paenza si que hablo con libertad en el arranque de la nueva temporada en canal 7. Reapareció en la pantalla pública y sintió la necesidad culposa de hacer un discurso político contra Mauricio Macri y el actual ministro de Ciencia, Lino Barañao. Para empezar su alucinado discurso dijo que no quería trabajar para el gobierno de Macri. Aquí ya hay varios problemas de comprensión. Primero trabajar en el canal de estado es trabajar para todos los argentinos porque el estado es de todos y no de Macri. Tal vez antes Paenza trabajaba para Cristina pero eso se terminó el día que Scioli perdió las elecciones.

Segundo tema: Si no quería trabajar en esta etapa de la televisión realmente pública, ¿Por qué firmó el contrato? ¿Quién lo obligó? ¿Alguien le puso una pistola en la cabeza? Ayer pase por la puerta del edificio del viejo canal 7 y en el techo hay una gigantografía de las grandes figuras del canal. Y ahí estaba Adrián en primer lugar, con cartel francés, como si fuera Tomás Eloy Martínez o Lanata. Se ve que la gente del canal lo quiere y lo valora mucho. O se ve que todavía hay mucha militancia K tomando decisiones importantes.

Durante el reinado de Néstor y Cristina en el canal gobernó La Cámpora con mano dura. En Fútbol para Todos, los muchachos más obsecuentes tipo Javier Vicente, (alias) “el relator militante”, obligaban a algunos a cantar la marcha peronista delante de todo el equipo. Los Araujo y los Tití Fernández íntimos amigos de Paenza bajaban línea y obsecuencia hacia el oficialismo y nadie recuerda ningún periodista que expresara una sola voz crítica en ningún sector horario ni programa. El día que uno de ellos se atrevió a hacer una pregunta sencilla a Andrés “El Cuervo” Larroque, como si fuera un patrón de estancia de Lázaro, al aire lo amonestó y Juan Miceli, que de él se trata, dejó de trabajar en el canal. Lo censuraron por una pregunta aunque hay que decir para ser justos, que Miceli hacía rato que venía tragando sapos patagónicos en silencio.

Adrian Paenza también hizo silencio frente a ese grosero caso de censura y discriminación. Todo sea por la patria liberada y el socialismo de Puerto Madero o el Frente para la Valija.

Fue durísimo con el ministro Lino Barañao al que lo trató casi de cobarde porque no se pronuncia contra el gobierno de las corporaciones de Macri. Hasta hace unos meses para Paenza, Barañao era Gardel, el responsable del crecimiento de la ciencia en la Argentina. Pero la madre de todas las luces y avances de la Argentina para Paenza es Cristina. Ella representa todo lo que Paenza sueña para el pueblo argentino. Es tan gran matemático que es al único que le cierran las cuentas de Cristina, Máximo y Lázaro Báez. Entre millonarios revolucionarios no se van a pisar la manguera.

Paenza debería resolver un problema, algo que le gusta tanto: ¿Cómo hizo Cristina trabajando siempre para el estado y Lázaro Báez en 12 años para pesar la plata y levantarla en pala para esconderlas en bóvedas. Es un gran desafío intelectual y aritmético resolver ese problema. Tal vez solo lo pueda resolver la justicia.


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