viernes, 7 de enero de 2011

A confesión de parte

El inocultable colapso del sistema económico colectivista, ocurrido en 1989 cuando todos asistimos –emocionados y por televisión– a la caída del infame muro de Berlín, nunca había sido aceptado en la Cuba de los hermanos Castro.


Por Emilio J. Cárdenas (*)

Porque ambos se aferraron al sistema colectivista tenazmente, como si el imperio soviético aún existiera, como realidad exitosa, que nunca lo fue. Quizás pensando en que en ello les iba la propia supervivencia, como sucediera –por ejemplo– con los Ceausescu, en Rumania.

Pero la verdad es muy otra y la realidad al final se impone. El colectivismo –como sistema económico– no funciona. Y así lo acaban de reconocer públicamente los Castro, después de haber hecho trizas el bienestar de su pueblo por espacio de medio siglo, postergando a dos/tres generaciones a las que se condenó inútilmente a vivir enterradas en la miseria.

Es hora, según Raúl Castro, de "rectificar errores", eufemismo utilizado para aceptar la catastrófica realidad en que está hoy sumido el pueblo de Cuba, que ni siquiera puede pagar a sus proveedores externos, a quienes debe algo así como un billón de dólares, aún impagos.

Ni qué hablar de la deuda externa, que luce impagable. Como bien sabe nuestro país, al que no se le pagan siquiera los intereses de lo que ha sido un endeudamiento gigantesco al que puede calificarse –sin temor a equivocarse– de fraudulento, desde que jamás existió la voluntad real de repagarlo. Cuba tomó ese financiamiento como una suerte de "subsidio solidario" y así tuvimos que aceptarlo.

Para Raúl Castro, si no se cambia ya mismo de rumbo económico, "la revolución se hundirá". La revolución fracasada, claro está. El engaño, que no ha sido revolución. O, más bien, la postergación de todo un pueblo al que se ha obligado a emigrar o vivir encarcelado en una isla.

Raúl Castro dijo, además, que se ha "acabado el tiempo de seguir bordeando el precipicio". A lo que lamentablemente acostumbraron, a palos y cárcel, al pueblo cubano. Y lo siguen haciendo.

Para ello propone ahora "desterrar el secretismo", esto es ser más transparentes. Pero en un Estado policial, como Cuba, eso es imposible. Los comunistas cubanos no saben lo que es transparencia. Ni creen en ella. Además propone que el Partido Comunista "no interfiera" con el gobierno. Imposible. Apenas manifestaciones retóricas, entonces.

Por ahora, en concreto, todo eso significa cortar 500.000 empleos públicos sin hacerse cargo de proveer alternativas para quienes son, de pronto, abandonados y despedidos.

También supone "liberar" el ejercicio de 178 diferentes profesiones para que se organicen con ellas pequeñas empresas privadas que no vivan del subsidio o del favor del Estado, sino de su propio esfuerzo. Pequeña idea, como alternativa.

Raúl Castro supone que así Cuba pasará de crecer raquíticamente, al 2,1% anual, como ocurrió este año, al 3,1% el año que viene, con suerte. Poco y nada.

Raúl Castro se equivoca, una vez más. Sin dejar espacio adecuado para el mercado, el fracaso seguirá siendo la única constante de la "revolución cubana" en lo que a mejorar el bienestar de su pueblo se refiere.

Un cambio minúsculo como el anunciado, para peor tardío, no evitará un naufragio que aparentemente hasta el propio Raúl Castro presiente cercano. Razón por la cual cree estar abandonando a la disparada al archi-fracasado colectivismo, pero sin animarse a hacerlo realmente, dejándolo de lado por temor a las consecuencias que de ello se deriven.

(*) Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

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Contacto: politicaydesarrollo@gmail.com

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