martes, 14 de diciembre de 2010

Villa Soldati: la otra punta del témpano

La usurpación de un parque público por miles de personas oriundas de villas miserias, en su mayoría extranjeros, y la posterior represión policial con varios muertos que se imputan a su accionar, ha puesto sobre el tapete numerosos intríngulis que son manejados por los diversos actores políticos y periodistas.
Por Juan Salinas Bohil

La usurpación de un parque público por miles de personas oriundas de villas miserias, en su mayoría extranjeros, y la posterior represión policial con varios muertos que se imputan a su accionar, ha puesto sobre el tapete numerosos intríngulis que son manejados por los diversos actores políticos y periodistas como si fueran nudos georgianos a desatar en la búsqueda de soluciones a los problemas estructurales argentinos.

Entre las diversas causas que se le atribuyen al hecho, muchos razonan que la masiva intrusión fue producto de la inmigración desaforada que se ha dado en los últimos tiempos, la subejecución del presupuesto municipal en lo concerniente a la construcción de viviendas en esta ciudad y en la provincia de Buenos Aires, la ausencia de la ley y el orden, la crónica permisividad judicial con relación al delito de usurpación, el activismo de los diversos punteros que actúan en las villas miserias con comprobados contactos con el oficialismo nacional, y desopilantes medidas posteriores a los acontecimientos de quienes deben administrar justicia al convalidar el delito que se profundiza por el desconcierto, la sorpresa e ineficiencia de los desbordados funcionarios públicos. El lector está en su derecho de agregar un sinfín de causas más. Pero veamos la cuestión desde otro punto de vista.

Argentina es un país vencido por el extranjero, a tal punto que ha perdido cuatro conflictos en los últimos treinta y cinco años: el del Beagle con Chile, contra la guerrilla marxista, el de Malvinas y el diferendo por la instalación de la pastera Botnia en territorio uruguayo. La derrota es de tal magnitud que el nuevo ejército boliviano que desde el pasado 14 de noviembre según palabras de su comandante, Antonio Cueto, se ha declarado “socialista, antiimperialista y anticapitalista”, en los últimos meses ha invadido en varias oportunidades el territorio nacional en la norteña provincia de Salta.

La mayúscula usurpación de la semana pasada es solo una prueba, un tanteo, un dos adelante para retroceder luego uno, ni más ni menos que el viejo método conocido. Esta gimnasia, que los entendidos denominan “revolucionaria”, está a la vista de quienes la deseen ver. Es llegar hasta ahí para provocar una reacción posterior, como la “brutal represión” a los aborígenes en la provincia de Formosa que fue presentada por la prensa marxista oficial como simples asesinatos de integrantes de los “pueblos originarios” a manos de los uniformados. Pero, ¿“brutal represión”?, ¿protesta pacífica?, ¿de qué cosa estamos hablando? (http://www.youtube.com/watch?v=mXj05d9c1pg)

Como en tantas ocasiones, los carenciados están siendo aprovechados por organizaciones “sociales” telecomandadas por dobles agentes de los setenta que aún continúan en funciones cobrando, como es costumbre, por ambas puntas; y dirigentes de toda la izquierda recién llegados a la mesa grande de la repartija que dijeron representar a los usurpadores en las necias y tardías negociaciones entre funcionarios nacionales y comunales de esta ciudad para ver de qué manera podían zafar del entuerto.

A eso se sumó la fascinante propuesta de la Caperucita Roja del muchacho que dirige este distrito de crear un comité de paz encabezado por Adolfo Pérez Esquivel y una madre de Plaza de Mayo quizás, porque tímida aún, no se animó a proponer a Horacio Verbitsky, Juan Gelman o Galvarino Apablaza, incansables e inalcanzables luchadores por la paz.

En síntesis, la movida salió bien porque se consiguieron los muertos que siempre se necesitan en estas escaramuzas, pero fracasó hasta el próximo intento porque no se contaba con la reacción de los vecinos que salieron a defender con uñas y dientes su hábitat. Semejanre respuesta o a la izquierda le desagrada enormemente. Y eso que se los dejó sin protección policial en una acción que más que descalificadora fue criminal puesto que sembraba el campo para que los hechos pasaran a mayores: a más de cuatro muertos, se entiende.

El ataque que sufre la sociedad es por todos los frentes y al unísono porque sus defensas se encuentran por demás bajas como para responder inmediata y eficientemente, o al menos pensar qué es en realidad lo que sucede. Como en los 60-70, la izquierda es funcional a lo extranjero en esta quinta guerra que Argentina está perdiendo en el presente. Con una juventud en gran parte fumada y sin imágenes paternas, la Corte Suprema acompaña el sentir del gobierno nacional en la excusa de la no penalización y legaliza de hecho el consumo de drogas, se atacan cuarteles y roban armas que se ignora en dónde se encuentran o para qué han sido usadas, se asalta un blindado matando a dos policías pero no se lo roba pudiendo haber bastado el uso de una simple granada que se consigue a la vuelta de cualquier esquina para quedarse con los billetes, se roban bancos cronometrando con exactitud el tiempo en que pueden hacerse presente los efectivos policiales, o se reúne a necesitados de varias villas miserias a determinada hora, en determinado lugar y a la voz de aura se los hace irrumpir en un parque público esperando (¿esperando qué?), unos una vivienda y otros la represión policial. Para satisfacción de los médicos y amantes de la vida sana, eso es pura gimnasia.

Algunos sucesos, consecuencia de la usurpación del parque, como la posterior represión, el cuidado de los allí asentados por decreto y los largos diálogos de besugos de los políticos son infinitamente superiores a cualquier programa de Marcelo Tinelli: realidad mata ficción. Veamos: Macri se despabila que existe droga al por mayor y una inmigración descontrolada; el jefe de Gabinete nacional niega efectivos policiales a la zona en conflicto porque argumenta que no puede sacarlos de otro barrio; se censa a los intrusos en lugar de identificarlos; el embajador boliviano se siente sorprendido por las declaraciones del jefe de Gobierno porteño quién dijo que “existe una inmigración descontrolada” y reclama que haya “disculpas públicas con la comunidad boliviana residente en la Argentina”, y se destinan 1.200 efectivos de Gendarmería y Prefectura para custodiar el parque. Extraño, en un país inundado por la droga quienes deben custodiar las fronteras y los puertos para evitar que el producto entre y salga del país, son destinados a cumplir simples tareas policiales. ¿Quiénes cumplen las suyas?

Pero todas las palmas de esta comedia de enredos de la dirigencia argentina se las lleva la jueza Liberatori que después de haberse reunido con la flor y nata de la dirigencia izquierdista (faltaron algunos importantes jueces) y habiendo entemndido sus razones legalizó el camping y pidió al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que convoque a una mesa de diálogo con los usurpadores y la entrega de baños químicos, postas sanitarias, agua y alimentación. Acuciada y apurada por los militantes que la habían visitado olvidó los brownies y el té (http://contenidos2.tn.com.ar/2010/12/10/acta.pdf).

Y de repente, sin aviso previo, sin anestesia, con esos conejos que suele sacar de su gastada galera de tanto en tanto, Cristina Kirchner creó un ministerio de Seguridad que recaerá en manos de una ajada guerrillera que hasta el momento se desempeñaba como titular de Defensa y había sorprendido a propios y extraños al manifestar “que nunca había agarrado un FAL”, o que Argentina construiría un submarino nuclear, al mismo tiempo que se encargaba de llevar hasta las últimas consecuencias la persecución patibularia a los miembros de las Fuerzas Armadas iniciada en diciembre de 1983 y que parece no tener fin.

La mujer llega a la Policía Federal con el firme propósito de terminar con la corrupción que afecta a esa institución. Vistos sus antecedentes está claro que en realidad llega con la misión de terminar con la Policía Federal, que suena parecido pero no es lo mismo. Idéntico proceso se vivió con la disolución del servicio militar obligatorio en que la muerte del soldado Carrasco solo aceleró la medida porque la decisión ya estaba tomada de antemano. Puede suponerse que la designación de la titular del Ejecutivo nacional es equivalente a colocar a Drácula al frente de un banco de sangre.

Es innegable que la viuda sigue fielmente los pasos de su marido. De pie, frente al atril, sin que haya surtido efecto la fabulosa campaña de los medios de prensa lameculos que intentó elevar a nivel de mártir nacional a su marido, ni la motorizada por periodistas supuestamente críticos de su labor que la sindicaban con nuevos aires de renovación, rodeada de la claque de izquierdistas que la aplaudirán hasta que se agoten los fondos gubernamentales, repite una y otra vez: “Yo no soy tan ingenua como para pensar que estas cosas pasan por casualidad”. No hay que ser tan necio como para negarle razón: eso sí, disentimos en el origen del problema.

Correo de Buenos Aires

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