miércoles, 3 de diciembre de 2008

Solo transcurrieron 89 años

¿Qué y porque nos pasó? No sólo nos fuimos al descenso, hoy jugamos en la “C” y nos encontramos disputando los últimos puestos con miras a otra caída, haciendo referencia a nuestra tradición futbolera como expresión de un puro “argentinismo”.

Por Ovidio H. Zánzero

Cuando hace no más que un par de semanas, recibí una copia de la página 120, de un viejo diccionario de la Real Academia Española, reimpreso en el año 1919, no he podido dejar de pensar lo que allí refleja en forma muy sucinta pero muy clara con relación a ARGENTINA (República):

¿Qué y porque nos pasó? No sólo nos fuimos al descenso, hoy jugamos en la “C” y nos encontramos disputando los últimos puestos con miras a otra caída, haciendo referencia a nuestra tradición futbolera como expresión de un puro “argentinismo”.

Tal vez, encontraremos la respuesta o buena parte de ella, al tratar de comprender, como funcionó a partir del sentimiento de la creciente grandeza del país, en la mente de casi toda la clase dirigente en la organización social del mismo; y, observemos como con el crecimiento que triplicó los 8.000.000 de habitantes de aquel entonces, (según la información que tratamos) en igual proporción operó nuestra decadencia no sólo en poder económico-productivo, sino cultural y de factores morales.

El sentimiento de la creciente grandeza del país, adoptado y anotado como un rasgo propio por nuestros sociólogos, surgido en el pasado de la Ciudad Indiana, que ya apreciaba el incremento de su riqueza, no sólo que perduró sino que se acrecentó en la mentalidad deslumbrada por el espectáculo magnifico de nuestro engrandecimiento económico de algunos momentos, la valorización de las tierras, la extensión de los cultivos y ese paso parcial importante del estado ganadero al agrícola, que comportó una evolución rápida de progreso. Los extranjeros, y con mayor razón sus hijos, nacidos en nuestra tierra, sentían al par de los criollos de tradición, el orgullo de un país que permite tal expansión material, a lo que atribuyen exclusivamente el bienestar de sus habitantes y presentando con orgullo a Buenos Aires como muestra permanente de esa grandiosidad basadas en fortunas particulares. El relativo atraso y pobreza por entonces de las naciones latinoamericanas, hacia por comparación, más sentida esta fe en nuestra grandeza futura, que por aquel entonces (como hoy) la crisis económica no conseguiría aminorar, atribuyéndose sus causas a problemas universales, sin reflexionar en la falta de previsión y de competencia para proteger y defender nuestros productos en la lucha económica internacional (cualquier semejanza con la actualidad no es casualidad).

Resulta irrito e irrisorio este sentimiento de riqueza, que muchos atribuyen al extranjero la cultura del país, desconociendo las luchas históricas de la organización constitucional, su significado sociológico y las obras de los que sucedieron abriendo al mundo las puertas del país y asegurándoles el fruto de su labor. Este sentimiento de la grandeza argentina, determina otro: la falta de previsión. Las fortunas se ganan y se derrochan con igual facilidad, sobre todo después de los primeros años de sacrificio y ahorro cuando el incentivo resulta gratificante e impulsa a hacer o a desear gustos ampulosos, o a los menos, a las grandes empresas sin experiencias previas.

La Argentina es tierra de buscadores de oro y sobre la nómina de la moneda se van fijando todos los valores, quedando relegados los morales y los intelectuales, dado que estos producen lo mínimo para vivir y no precisamente bien. Sin embargo el adinerado de buen pasar o el rico en argentina no son personas dadivosas ni espléndidos, por lo general prefieren mal gastar su dinero a entregarlo para obras de solidaridad social. Un afán de arribismo domina en general, esta forma de conseguir una posición social más elevada, sin tener en cuenta si los medios utilizados para ello son éticos o no. Lo que pone de manifiesto y nos hace dudar, que tal vez mucho se engañó Keyserling y cayó en la ingenuidad al creernos tímidos.

Lo que menos ha de caracterizar a una sociedad formada por conquistadores, gauchos de montoneras y emigrados de aventura, todos de pelo en pecho, es timidez en su conducta, que necesitan de arrojo en todo momento para adaptarse al medio. Por ello, es que resulta de una imposibilidad total que nuestro pueblo pueda ser considerado misoneísta, además de encontrarse en permanente disposición a la adopción de lo nuevo en sistemas e instituciones y siempre proclives a la improvisación, lo que generalmente arroja resultados negativos con graves costas a sus ciudadanos. Por el contrario, se trata de una sociedad caracterizada por su aguda inteligencia e imaginación. Su mal llamada viveza criolla con la que generalmente alcanza el éxito en la empresa que acomete, sin más bagaje que conocimientos generales; siendo ese criterio práctico que lo distingue generalmente de los demás individuos de pueblos hispanoamericanos.

Este proceder voluntarioso del sentimiento de creciente grandeza del país, es sin duda alguna, la motorización en reversa, por la cual se nueve en la dirección incorrecta un punto habitado del planeta tierra, que en el año 1919 se consideraba e identificaba como la REPUBLICA ARGENTINA y de la cual se decía : “…Todo hace creer que la República Argentina está llamada a rivalizar en su día con los Estados Unidos de la América del Norte, tanto por su riqueza y extensión de su suelo como por la actividad de sus habitantes y el desarrollo e importancia de su industria y comercio, cuyo progreso no puede ser más visible…”. Ahora bien, comencemos a buscar la forma de invertir la reversa y avancemos rápidamente en la dirección correcta, no nos caigamos del mundo, encontremos nuestro día.

DEUCALION; 02 de diciembre de 2008.

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